31/7/10

Ella mira. Espera. Lo mira. Lo espera.
Piensa,
medita,
cree.

Todo eso, ella.

También se pregunta con qué saldrá él ahora.

Ella cree y está segura que volverá a escribir sobre los paréntesis, sobre música, sobre Julio o sobre alguna rara noche; -él siempre actúa del mismo modo, porque extraña siempre las mismas cosas, a las mismas personas- sigue pensado.

La hoja en blanco espera a ese lápiz con esas mismas ideas de siempre. Y el lápiz se sabe esperado. Pero también aguarda el movimiento de la mano.

Y la mano se mete en el bolsillo del pantalón, se aburre. Se levanta, y se aleja de la hoja, del lápiz. Y sobre todo. De las ideas.

6/7/10

Quinto

Tuvo un sueño al quinto día.
Sogni di Sogni. Come Michellangelo fece un sogno tantissimi anni fa.
Ella le decía mirate los zapatos. Mirate los zapatos otra vez. Mirate las zapatillas. Otra vez sucias. Él era un pequeño que soñaba dentro del sueño, con un mar gris, sereno, con canoas que desaparecían y aparecían como luciérnagas; con pájaros de colores cruzando nubes en blanco y negro. Soñaba hasta que se despertaba en otro sueño donde su madre le decía que se mirara las zapatillas. Pero él no entendía, estaba abrumado. -Ya no sos el de antes- decía ella mientras el pequeño empezaba a llorar.

Abrí los ojos y allí estaba mirádome fijo, esbozando una sonrisa burlona. Me preguntó si realmente quería llegar allí, cruzar las colinas, raggiungere questo tipo di Fortezza Bastiani. Me mostró el camino andado, y me invitó a desandarlo. O a elegir otro sendero.
El fantasma de la duda no era un sueño. O tal vez sí. Pero no importaba. Las preguntas estaban allí y esperaban. Existían todas las respuestas en un mar de cuestionamientos. Pero sólo había una salida.