29/7/13

Aroma

El domingo pasado, todos vieron, hizo un frío horrible. Al menos horrible para muchos de los que vivimos en la zona central de este país al sur de todas las cosas.
En mi casa tengo, les cuento, problemas de calefacción. Es fácil de imaginar: venís de un frío horrendo, y te metés adentro era una heladera. No te podías sacar la campera para entrar, sino más bien, todo lo contrario, que sería ponerse otra. Llegué tipo cinco de la tarde, después de un chaparrón importante. Venía con una bolsa de leña, tampoco me iba a resignar a morir congelado.
Me bajé del auto, abrí la puerta del costado. La blanca de chapa. Porque la otra casi no la uso. Como dije antes, me disponía a entrar a mi helado hogar, y me pasó algo particular: además del frío que sentí al abrir (un frío que me dio de lleno en la cara, como una cachetada de mi viejo por alguna de las que me mandaba otrora) había otra cosa. Había un olor. Un olor que me dejó paralizado en el umbral. Dudé unos segundos que bien podrían haber sido minutos u horas, pero no entré. Me quedé mirando, percibiendo ¿Qué había de raro? ¿Me confundí de casa? Evidentemente, no. Estaba el cuadro de Klimt. Estaba el sillón, estaba la guitarra, estaba el desorden típico de la cocina y estaban los libros en la biblioteca del fondo, también desordenados. Quise mover una pierna, pero no pude. Intenté girar mi cabeza, pero fue en vano. Mi mano derecha seguía sosteniendo la bolsa de leña, pero me dí cuenta que no tenía noción del peso, ni sentía el tirón de la bolsa de nylon en los dedos.
Aunque no tenía control sobre mi cuerpo, percibía mi entorno claramente. Hasta que empezaron los mareos, claro. El olor… ¿Qué era? ¿Pérdida de gas? Imposible. No era gas.
Hasta que me dí cuenta: era un aroma a cosas olvidadas. Un aroma a un pasado inexorablemente perdido en el mar de los recuerdos. Un olor a casa nueva, con materiales nuevos, con mesada nueva, con libros nuevos. Eso era. El olor a la casa recién construida. Entonces las náuseas fueron violentas. Dudé. Pero no dudé de donde estaba. Dudé del tiempo en el que vivía. Entonces comprendí mejor. El olor era un olor a ausencia. A una ausencia tan fuerte capaz de volver el tiempo atrás, hacer semillas las plantas, dejar como nueva mi gastada guitarra; una ausencia que no era ni más ni menos que la mía: estaba lejos de mí, lejos de mi casa, lejos de mis cosas. Fue lo último que pude pensar o comprender.

24/7/13

Algunos Pensamientos Desordenados II

El tipo lleva un libro abajo del brazo. Abajo del brazo, pero adentro del sobretodo. En el bolsillo interior, digamos. Hace frío y la llovizna le da lleno en la cara porque el viento.
Mientras camina buscando algún lugar donde meterse, piensa. Piensa en el libro que guarda dentro de su abrigo. Piensa que le quedan pocas hojas para terminarlo, y se pregunta si hoy es el día indicado para ese final. Para esa pequeña muerte. Porque él piensa que llegar al final de un libro es como una muerte pequeña. Una despedida de los personajes, los lugares, los olores, las sensaciones que lo acompañaron a lo largo de las páginas. Piensa que hoy no es buen día para esa despedida. Piensa que aunque pueda volver a su biblioteca y repasar sus hojas, nunca volverán juntos a recorrer el camino de la primera vez. Piensa que volver a las hojas es como recordar. Como recordar a un amigo que no está, a un padre que se fue, a un amor hoy ausente. Porque en esas ausencias, él también ve pequeñas muertes como la de terminar de leer un libro. Y vuelve a pensar de cuántas pequeñas muertes está llena su vida. Y mientras piensa en todo eso con la cara húmeda, encuentra un bar, entra, se sienta, pide un café con leche. Pone el libro sobre la mesa, lo mira. Y así se queda hasta que su taza ya no echa humo.

3/1/13

Viste que hay gente...

Seguro que la viste. Porque es raro escucharla.

Viste que hay gente que te habla sin decir
te alienta sin arengas
te acaricia sin tocarte

Viste que hay gente que no habla
pero dice todo en un gesto, una mirada
que te cura la tristeza hasta cuando te conversa
de lo nublado que está
o del golazo del nueve de tal equipo.

Viste que hay gente que hace magia
porque está sin estar
porque te tira una mano a pesar de su aparente ausencia
porque te alegra el día con sólo recordarla.

Viste. Viste vos. Esa es la gente que me gusta.