27/12/10

Que no se confunda la ausencia con la preparación de la Obra Maestra. Más bien, todo lo contrario. Hay que pelear con otras cosas: en principio, con uno mismo. Con las ganas o con las no ganas de escribir o de cualquier cosa. Con los diálogos internos exacerbados por esos que, impunemente, se ponen del lado en el que no tienen que estar, y te hacen creer que sos un boludo, un ignorante, un pendejo sin argumentos para discutir nada. Entonces ¿vos que hacés? Como un salame, agarrás libros de historia, de filosofía; leés a Galeano creyendo que te vas a aprender la historia de Latinoamérica, o a Arlt pensando que te va a salvar de algo. Minga. Mientras más manyás, más pequeño te hacés. Da lo mismo que te hayas fumado a Heiddeger o a Cohelo: seguirás siendo un imbécil.
Cuando creés que para vos sólo quedó una resaca del amor que alguna vez anhelaste, estás jodido. Cuando mirás en el espejo y está vacío y te encogés de hombros, no hay mucho por hacer: ya es tarde. Aunque algunos (asquerosamente optimistas) digan que siempre hay tiempo. Si así fuera ¿podría estar equivocado aquel que escribió tan sabiamente  "no nos alcanza el tiempo o nosotros a él"?
Qué importa. A eso llegaste. A que nada ni nadie importe. A mirar la vida a través de los ojos de la cucaracha que lloraba el absurdo de las guerras.
Y para el final dejás un párrafo para ese que te humilló, que te cree soberbio, estúpido; que te acaricia el lomo y dice que te quiere, pero piensa que sos un boludo, un ignorante, un pendejo que. Etcétera.